⚖️ Todo en la medida
Extracto del libro La Sinfonía del Universo
(…) ¡Será ya primavera allá arriba!
Pero yo, que he sentido una vez en mis manos temblar la alegría,
no podré morir nunca.
Pero yo que he tocado una vez las agudas agujas del pino
no podré morir nunca.
Morirán los que nunca jamás sorprendieron
aquel vago pasar de la loca alegría.
Pero yo que he tenido su tibia hermosura en mis manos
no podré morir nunca.
Aunque muera mi cuerpo, y no quede memoria de mí.
JOSÉ HIERRO, «El muerto»
El mítico Libro de los Muertos de la antigua religión egipcia, nos habla de un acontecimiento extraordinario, llamado psicostasis, la «medida del peso del alma». Creían los moradores del Nilo, que cuando un individuo moría, tras recorrer un largo y difícil viaje lleno de vicisitudes, era conducido en última instancia a una gran sala donde su alma era pesada, ante la presencia del gran Osiris, dios de la muerte y la resurrección. A tal efecto, el dios Anubis, dios momificador con cabeza de chacal, disponía de una enorme balanza de cruz, de la que pendían sendos platillos. En uno de ellos se colocaba el ib del difunto.
El ib, a veces llamado ab o hati, era representado como un corazón humano. Sin embargo, su significado no era exactamente el mismo que nosotros entendemos hoy en día por corazón. El ib egipcio era considerado la sede de los pensamientos y las emociones, una especie de «caja negra» de registros psíquicos, a modo de dispositivo de memoria, que servía de testimonio para recordar lo pensado y lo sentido (frecuentemente correlativo, sino la misma cosa) a lo largo de la vida. En el platillo opuesto se colocaba una sencilla y ligerísima pluma de avestruz, en posición vertical. Se trataba de la representación jeroglífica de la diosa Maat, que tradicionalmente se ha asociado con la idea de la justicia (diké griega). Pero en realidad, Maat y su pluma enhiesta, eran símbolo de algo más grande que la justicia. Maat representaba la armonía; Maat, para los egipcios, era la metáfora del Cosmos, del orden, del cual la justicia es parte y consecuencia.
La correcta comprensión de los elementos pesados en la famosa psicostasis del Libro de los Muertos nos revela matices mucho más hermosos en su interpretación que los que acostumbramos a considerar. El juicio no trataba de confrontar el peso de las acciones para ver si estas habían sido justas, y como consecuencia pagar o no un castigo. Se trataba más bien de hacer cómputo de pensamientos y emociones, y comprobar si estas se hallaban equilibradas con el gran orden universal, es decir, con el Cosmos. Era la armonía vivida, la que debía encontrar parangón con la pluma de la armonía universal. La civilización egipcia fue la que nos enseñó que la creación fue diseñada con un escrupuloso orden. Por lo tanto, tras el juicio, solo podían permanecer en ella aquellos que habían sabido someterse a sus leyes, a sus números, a sus pesos, a sus medidas… Profundamente pitagórico. Profundamente egipcio.
He aquí el doble desenlace del crucial episodio: la sentencia por la descompensación de la balanza consistía en la desaparición de la identidad del difunto. Los antiguos egipcios, mucho más sofisticados que nosotros en la concepción ontológica del ser humano, consideraban hasta nueve aspectos diferentes en la composición del alma de cada persona. El ib era una de esas nueve partes. En caso de que el fiel de la balanza no alcanzara el equilibrio esperado, solo el ib era arrojado a una bestia que lo devoraba: se desvanecía así el recuerdo del paso del sujeto por la existencia. Las ocho partes restantes volvían a encontrar su lugar en el orden universal. La condena del juicio egipcio consistía en el olvido, la eliminación de la memoria del individuo, sin más castigos o tormentos entre llamas infernales, que por lo demás son inventos grecolatinos, ampliamente acogidos por la mitología judeocristiana.
En el caso contrario, si el ib se equilibraba con Maat, otras dos componentes del alma, el ba (la fuerza anímica) y el ka (la fuerza vital), corrían a encontrarse con el cuerpo momificado (jat), para conformar unidos el ansiado aj (cuerpo luminoso o de gloria), y así vivir eternamente en los Campos de Aaru, como súbditos del divino Osiris. Espléndido.
En la magnífica poesía «El muerto» que introduce este capítulo, Pepe Hierro pone voz a un difunto que aguarda ansioso en su morada subterránea, la oportunidad de ser inmortal. Sus créditos para optar a semejante triunfo (es decir, los datos de su ib que han de ser colocados en su lado de la balanza) son humildes pero exquisitos: ver temblar la alegría entre las manos, comprobar su tibia hermosura, sorprenderse por su vago pasar… Si yo fuera Osiris, indultaría al candidato sin dudar un segundo. La balanza de la armonía debe ser magnánima con los amantes de la belleza, que es la manifestación sensorial de la armonía misma.
Dice un antiguo proverbio chino que «contar y medir es solo labor de dioses», y así parecen aceptarlo los egipcios en su relato del juicio de Osiris. La consideración de algo tan subjetivo e interpretable como la vida de una persona, sus pensamientos y sus emociones son, en el mito egipcio, curiosamente confrontadas a las leyes universales de la armonía, a través de la tecnología inflexible y precisa de una balanza, que solo entiende de cantidades y masas de cuerpos. Lo «cualitativo», y lo «cuantitativo» se abrazan en el mítico juicio osiríaco, en virtud de su punto en común, que es la armonía.
🏎️ The most powerful paradoxes of life
Extracto de la newsletter de Sahil Bloom
One of my favorites from this list is the Paradox of Speed. There are two related ways to look at this one:
Strong, reliable brakes are what allow you to go fast.
Sometimes you have to slow down in order to speed up.
Ask someone what allows a Formula 1 driver to fly around the track at insane speeds. You'll probably get a common set of answers—the engine, the tires, the car design, or the suspension.
I would argue it's none of these. It's the brakes.
Having a strong set of brakes allows the driver to hit the turns at high speeds and accelerate through tight windows with confidence, knowing that they have something reliable to fall back on if needed.
This is a metaphor for life: You need to build brakes that allow you to accelerate and hit turns without fear.
In this context, your brakes might be:
The financial safety net—one that will allow you to take on the high risk, high reward opportunities that come your way with confidence that you are protected.
The side income streams you build that de-risk the potential to lose your full-time job or give you the confidence to go all-in on your side hustle.
The exercise and nutritional baselines you always hit that give you the confidence to know that a few big nights out for a wedding weekend won't break you.
You need these kinds of brakes in your life.
Taking it one step further, sometimes you need to slow down in order to speed up—your brakes are what make this possible.
In this context, your brakes might be:
The daily mindfulness practice that slows you down and improves your stress response. It trains you to slow down and regenerate so you can hit max speed without burning out.
The daily tech-free walk that teaches you that not everything in life needs a purpose or goal. It trains you to let ideas slowly mingle in the mind.
The daily gratitude practice—writing in a journal or saying it aloud with a partner or friend. It trains you to pause and recognize tiny daily beauties that would otherwise pass by unnoticed.
You need these kinda of brakes in your life.
So as you pursue your life's adventure and set out at breakneck speed, never forget the Paradox of Speed. Never forget to build and appreciate the brakes in your life.
Tu eres mi freno pichón ❤️